Azulejo, el elemento distintivo de Lisboa
Lisboa es la ciudad que más puede presumir de azulejos en Portugal. Los verás por doquier: en las fachadas de palacetes y casas nobles, en viviendas más sencillas, decorando estaciones de tren, en los interiores de las iglesias, o simplemente en los miradores en los que todos nos hemos apoyado para disfrutar de una sobredosis de belleza con sus imponentes vistas. Marca la fisonomía de la ciudad y le da un carácter único y especial.
Puede decirse que el azulejo en Portugal desarrolla un importante papel decorativo en su arquitectura, y que en el siglo XVI se utilizó de una manera muy original transformando los interiores de iglesias y palacios. A partir del siglo XIX se utiliza de una manera intensa en las fachadas de los edificios. Con el cambio de siglo, sirvió también como soporte para murales publicitarios, estaciones de tren y de metro.

Azulejos de la fachada principal de la Quinta dos Azulejos, Lumiar
Casas de recreo para la aristocracia lisboeta
A tan solo 15 minutos en dirección norte de Lisboa se encuentra la freguesia de Lumiar. Partiendo de pequeños núcleos medievales que entonces se encontraban a las afueras de la ciudad como Paço de Lumiar, Lumiar y Telheiras, fueron elegidos entre los siglos XVIII-XIX por las clases altas (familiares de la realeza, nobles, funcionarios reales y militares), para construir en ellas sus segundas residencias, donde se relajaban y disfrutaban de la vida.

Expediciones científicas y botánicas, prima el exotismo
Su sano y agradable clima y el estar en contacto con la naturaleza, hacían de este lugar un lugar muy atractivo para huir de la ciudad. Practicaban los juegos de salón y de jardín, daban paseos, organizaban bailes junto con sesiones teatrales, musicales y literarias. Algunos tenían incluso algún que otro elemento de explotación agrícola, ya que en esta época el hombre comienza a dominar, catalogar y a interesarse por la naturaleza: Es el comienzo de la botánica como ciencia.

La Ilustración avivó el conocimiento de la historia natural y la ciencia
Descubriendo la quintaesencia del azulejo
Hoy he visitado una de ellas, la Quinta dos Azulejos, de un reconocidísimo valor estético, que sobresale por el notable conjunto de azulejos que decoraba el edificio y su intimista jardín. Fue mandada construir en el siglo XVII por su primer propietario, Antonio Colaço Torres, caballero de la Orden de Cristo y orfebre de la Casa Real, encargado de conservar y reemplazar las joyas de la corona portuguesa.
La familia real, Rey D. José I y Mariana Victoria de Borbón la visitaron en dos ocasiones (1753 y 1760). Posteriormente a finales del siglo XVIII, su hija mayor ya como reina María I pasó largas temporadas aquí. Fue reconstruida en el siglo XVIII, con alteraciones en el siglo XIX. En la actualidad pertenece al colegio privado católico Manuel Bernardes, institución fundada en 1935 por el Padre Augusto Gomes Pinheiro.
Catalogado como Bien de Interés Cultural, es una de las Quintas de recreo de época que integran el área de Lumiar, junto con el Palacete Angeja-Palmela (hoy Museo del Traje), el Palacete de Monteiro-Mor y la Quinta das Hortensias.

Fachada de la Quinta dos Azulejos, hoy Colegio Manuel Bernardes, Lumiar
Una Quinta para disfrutar de su paisaje interior
Cercado de altos muros, totalmente revestidos con azulejos, el jardín se cierra sobre sí mismo, sin ningún contacto con el exterior y dándole un aspecto intimista. Nos encontramos en un espacio que invita a un paseo muy tranquilo, por lo envolvente que resulta todo.
Las columnas y arcadas que sugieren el paseo, se encuentran a lo largo de los muros que envuelven el jardín. Mires a donde mires, el azulejo cubre todo el espacio, desdoblándose en barras, marcos, columnas, vasos, fuentes y paneles.

El azulejo es el elemento principal en esta Quinta, a un paso de Lisboa
Realmente es un alarde de belleza, que sobresale no solo por la elevada cantidad de azulejos empleados, sino por los temas decorativos que incluye: Episodios mitológicos, motivos religiosos alusivos a Cristo y a San Juan Bautista, escenas galantes, de interior y de “animalia”.
No faltan tampoco elementos heráldicos ni las “figuras de convite”. También llamadas “figuras de respeto” eran representaciones en tamaño natural de alabarderos, mozos, o criadas colocadas en zonas de paso como entradas o escaleras a modo de bienvenida.

Las figura de convite decoraban palacios, patios y jardines, y en ocasiones indicaban la dirección a seguir con un gesto de la mano o señalando con los dedos
Toda esta variedad de temas se entrecruzan con una diversidad de asociaciones de colores que varían entre el gusto por la monocromía o la utilización de los intensos cobaltos, rojo manganeso, púrpura, ocres, lilas y verdes.

El virus de la galantería nos introduce en un mundo repleto de finuras y delicadezas
El punto clave del jardín es el llamado espacio “social”: el cenador, cubierto por una pérgola también conocida como «treillage» con plantas trepadoras y rodeado por un banco corrido con forma de media luna. Frente a él un pequeño estanque completa esta zona de estar que proporcionaría a sus moradores un agradable frescor los días de verano.

Pérgola de azulejos
En cuanto al jardín, unos setos recortados junto con una araucaria, un ciprés, yucas y grandes canteros con rosales y otras flores completan la visión. Bancos, jardineras, esquinazos con curva en «S», presente en el Rococó como base de la belleza y de la gracia.

Los azulejos de “figura avulsa” tienen en los cantos unos pequeños ornamentos que ayudan visualmente a conexionarlos entre sí. Sus motivos son variados: Flores, animales, barcos o figuras humanas. Se pusieron de moda fin del s. XVII y son de inspiración holandesa (Delft), siguiendo el aspecto de la porcelana china en azul cobalto
Aunque no se visita, quedan unos pocos paneles de azulejo en el huerto, pasado el anexo escolar. Entonces existía un huerto, árboles frutales, y criaderos de faisanes y palomas, siguiendo el pensamiento enciclopedista del siglo XVIII que preconizaba un dominio de la naturaleza.

Los instrumentos favoritos de los salones eran el violín, el clavecín junto con el oboe y la flauta
Si os permiten la entrada al colegio, su interior no es menos interesante. Un panel de azulejos recorre el tramo principal de escaleras. En el piso superior hay una pequeña capilla todavía en uso, al igual que las antiguas estancias reales hoy destinadas a sala de ballet. Restos de azulejos que se fueron cayendo de distintos sitios, se han ido recolocando hasta conformar un aseo, en un exceso decorativo ejemplo de horror vacui.

¡Creo que ningún decorador de interiores podría haber realizado un proyecto mejor! ©Sipa
La entrada a la Quinta dos Azulejos es gratuita. Aunque no hace falta reservar, sí es conveniente visitarlo fuera de las horas de entrada y salida de los escolares. Llamando a la entrada del colegio suelen permitir la visita al edificio y jardín.
Localización
Quinta dos Azulejos (Colégio Manuel Bernardes), Rua Esquerda, 40-46; Paço do Lumiar
Tel. 217 570 501
Cómo llegar
Autobús: nº 703 (parada de Igreja Lumiar, Largo São João Baptista, Quinta da Várzea). Desde aquí caminar diez minutos en línea recta por la Ctra. Lumiar, girando a la derecha en la Rua Esquerda cuando vea las primeras viviendas bajas. Siguiendo por esta calle el colegio es reconocible por su fachada de azulejos.
Todo un reportaje exclusivo digno de enmarcar. Enhorabuena.
Es increíble que aún queden joyas similares en pie, sin que se promocione como corresponde