En Estremoz todos los sábados, junto al mercadillo de productores, se organiza también uno de antigüedades y brocantes. Tiene una gran variedad de objetos: Muebles de la abuela a los que dar un nuevo aire, piezas sueltas de vajilla, cristalerías, cuberterías y bordados, de todo un poco, y sobre todo, muy vintage.

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Son muy buscados los “bonecos”, piezas policromadas con una función simbólica y decorativa que siguen una técnica con orígenes en el siglo XVII, y que forman parte de los belenes portugueses de barro llamados “présepios”. Se escenifican distintos temas que van desde el mundo imaginario (S. Antonio, S. Juan Bautista), al mundo rural (matanza del cerdo), pasando por el mundo urbano (Casteñera) e incluso Carnaval (El amor es ciego, Primavera).

Desde el Ayuntamiento se ha elaborado un plan para salvaguardar esta tradición y darle visibilidad, con la idea de atraer artesanos a este sector, potenciar la economía local y extender actividades educativas a toda la zona, y con ello asegurar la sostenibilidad del destino.

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Las ceramistas hermanas Flores son el fruto de una firme vocación artística y, una apuesta por la continuidad del arte del “boneco”. Mantienen un proceso de elaboración totalmente artesanal, y su nombre ha logrado consolidar el estilo personal que identifica su obra. Su fuente de inspiración son las antiguas piezas del Museo Municipal Professor Joaquim Vermelho, pero también ofrecen un conjunto de creaciones propias, que son ya un clásico en su repertorio. Son muchos los turistas que se llevan una pieza como recuerdo para decorar sus casas en Navidad. Su tienda-taller está en: Largo da República, nº 16 A – Tel.: 268 323 350.

El Museo se encuentra frente a la Pousada Rainha Isabel en la parte alta de la ciudad, y ofrece al visitante una importante colección de bonecos antiguos y otras interesantes piezas etnográficas, como es la reproducción de una casa alentejana, restos arqueológicos de la época romana y azulejos, entre los que llaman la atención (o por lo menos a mi) los de cuerda seca sevillana del siglo XVI.

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Los sevillanos enseñaron a los portugueses esta técnica, que consistía en perfilar los dibujos del azulejo con una cuerda impregnada en grasa para delimitar las áreas, y evitar así que no se mezclaran los colores. Se diferencian del resto de técnicas porque puede apreciarse una especie de relieve entre un color y otro. En el Museo del Azulejo de Lisboa ubicado en un convento manuelino del siglo XVI, tienen ejemplares muy bien conservados. No dejes de visitar este secreto tan bien guardado la próxima vez que viajes a Lisboa. ¡Te sorprenderá!

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