Nazaré es un popular centro turístico para portugueses y bastantes españoles, situado en una gran ensenada que ofrece una playa apta para el baño. Cuando salimos de aquí y avanzamos por el litoral, su impresionante costa se vuelve infinita y briosa. Se encuentra en una región de grandes riquezas históricas y patrimoniales como Obidos, Batalha, Tomar y Alcobaça.
Aún mantiene su carácter tradicional de típico pueblo marinero, y es posible ver a las varinas (pescadoras) usando sus características faldas superpuestas, reparando redes en la playa rodeadas de coloridas embarcaciones de madera, así como de pescadores de piel y vello oscuro.
También las verás vendiendo pequeños percebes y caracoles, o en grupo sentadas por la carretera y calles del pueblo con un cartel ofreciendo alojamiento en casas particulares. Nos hemos dedicado a andar tranquilamente por el casco viejo, que todavía conserva el trazado original de callejuelas estrechas y desordenadas.
Por el casco antiguo
Después hemos ido hasta la rua del Elevador para montar en el centenario funicular, que une la playa con el promontorio del Sitio. Fue construido a finales del XIX, por Raul Mesnier, un ingeniero portugués discípulo de Eiffel. Mesnier fue uno de los grandes impulsores de elevadores en el país (Sta Justa, Gloria, Bica, en Lisboa o el de Bom Jesús en Braga, etc..). La vía tiene 318 m y una pendiente de 42%, lo que permite una vista única de la playa de Nazaré mientras vas subiendo hasta el promontorio del Sitio. El viaje, viene a durar 3 minutos y el precio i/v 2,40€.
El barrio de los pescadores, situado en la parte superior de la ciudad, con calles que discurren entre casitas sencillas y encaladas, y que todos los viernes acoge un populoso mercado. La parte baja, próxima a la playa urbana y al puerto, aloja los comercios, restaurantes y alojamientos. En nuestro paseo hemos visto muchas tiendecitas, restaurantes especializados en pescado y marisco, artesanos trabajando en su oficio a puerta de calle y visitado el Santuario de Ntra. Sra. de Nazaré del siglo XVII, un lugar de devoción mariana muy frecuentado por los pescadores y portugueses en general. El edificio, con unos azulejos interesantes, sigue ese estilo fantasioso y abundoso del barroco que tanto me gusta.
Nazaré y sus enormes playas
La ciudad es mundialmente conocida por sus enormes olas que rompen en la Praia do Norte que se hicieron famosas por los cazadores de surf de olas gigantes, siempre queriendo cabalgar sobre las más peligrosas y espectaculares; tanto es así que Nazaré ha sido incluido en el circuito mundial de surf (existe un Centro de Alto Rendimiento de Surf en la misma playa). A las afueras de la ciudad, y si te gusta la naturaleza en estado puro, no dejes de ir a la playa de Salgado en Famalicão (N242). Es una playa infinita que se extiende a lo largo de 6 Km, sobre la que no verás ni edificios altos, ni complejos turísticos, ni centros comerciales. Es una maravilla de la naturaleza que invita al paseo. Ojo, son playas salvajes y pueden resultar peligrosas por sus olas y mareas.
La famosa cataplana
Hay muchísimos restaurantes en Nazaré y para todo tipo de bolsillos, basada esencialmente en pescado, marisco o espectaculares cataplanas (cazuela original que por su forma esférica permite elaborar arroces caldosos, arroces con pescado, marisco o carne).
Probando el cochinillo, de lo más típico del país
Pero realmente recomendar, lo que se dice recomendar en negrilla y subrayado, sugiero ir sin duda ir a O Cantinho dos Leitões, camino de la playa de Salgado a donde iba yo a tomar el sol, y que fue todo un descubrimiento. Es una dirección local muy conocida, pero casi secreta para los visitantes.
Ofrecen cocina portuguesa tradicional casera, especializada en el cochinillo («leitoes«) que bordan al horno, y acompañan con patatas fritas «de churrero» hechas al momento y con una salsa que alegra la vida (a base de pimienta y piri piri).
Son buenísimas las pequeñas empanadillas («rissois«) de cochinillo que ofrecen como acompañamiento. Compartiendo rissois y una ración de cochinillo, con ensalada, vino tinto JP Setubal, postre y café, sales a poco más de 15 euros por persona. ¿Se puede pedir más?