Aveiro es una ciudad de origen medieval creada por la condesa de Muniadona Dias en el remoto s. X (la misma que fundó el castillo de Guimaraes). Ya en el s. XV era una próspera localidad gracias a la producción de sal que vendía a Galicia y norte de Europa, el comercio naval y los bacalhoeiros que pescaban en el Mar del Norte. La ciudad fue ganando prestigio y creciendo por el número de instituciones religiosas, gremios y servicios que se instalaron en ella.
Conocida como la Venecia Portuguesa, por sus curiosos barcos con proas levantadas llamados “moliçeiros” de vivos colores (que literalmente antaño servían para recoger el moliço (algas) de la ría, reemplazan aquí a los gondoleros.
Hoy aparte de transportar turistas compiten en fraternales carreras veraniegas. Su rico patrimonio arquitectónico de Modernismo (Arte Nova), hacen de Aveiro un lugar atractivo para visitar.
Pero ahí no acaba la cosa. Su ría es una laguna laberíntica, paraíso de pescadores, donde se juntan los ríos, las marismas con sus islotes y esteros, sus pinares y salinas, un hervidero de biodiversidad.
Te recomiendo un paseo en barco para que puedas apreciar los márgenes de los cuatro canales de la Ría. El principal sin duda es el Canal Central embellecido por los palacetes y casas Arte Nova, donde llegarás al Rossio (centro neurálgico) con multitud de terrazas y pequeños restaurantes.
Aquí los cuartos domingos de mes se celebra el mercadillo de antigüedades & vintage que inunda las callejuelas del centro histórico.
Por entre sus calles descubrirás tiendas de productos de la Ría de Aveiro que pretenden promover la región en el plano económico, social y cultural, a través de sus recursos endógenos como la loza, la “Flor de Sal”, las conservas y muchas pastelerías que venden los famosos “Ovos Moles” (huevos blandos), unas yemas dulce con una envoltura de oblea con formas marinas de pez, molusco o barril, en sintonía con esta ciudad costera.
La historia de los «Ovos Moles» se remonta al extinto Convento de Jesús en el s. XVI, al hacer entonces las monjas estos dulces con las yemas que sobraban de usar las claras para planchar la ropa.
Cerca de aquí, no debes obviar el simpático canal de S. Roque, antiguo barrio de pescadores (muchas de ellas rehabilitadas y modernas), donde aún se mantienen intactos los antiguos almacenes de sal –hoy restaurantes- y terrazas mirando al canal, que al caer la tarde son realmente inolvidables, el puente de Carcavelos y la capilla de S. Gonçalinho, de forma hexagonal, con fama de curar problemas óseos y resolver cuestiones conyugales.
Al otro lado del canal y de la bulliciosa plaza José Estevao se encuentra la Iglesia de Misericordia (R de Coimbra 27) del s XVI con una imponente fachada azulejada, que enmarca un pórtico manierista. Su interior no es menos deslumbrante con paredes azulejadas, órgano y retablos de pan de oro.
En esa misma plaza el Ayuntamiento del s XVIII, con una gran estatua del político y orador parlamentario José Estevão. Gracias a su insistencia consiguió en 1861 desviar la línea ferroviaria entre Lisboa y Oporto hasta Aveiro. A un paso se encuentra el Convento de Jesús, un monasterio construido en el s XV, que hoy alberga el Museo de Aveiro.
Es conocido por la riqueza de tallas doradas recogidas de comunidades religiosas disueltas durante la I República para evitar que el patrimonio se perdiese, y el muy imponente túmulo de la princesa Juana, hija de Afonso V que eligió este lugar para llevar su vida conventual donde murió en 1472. El edificio en sí es ya una joya y merece una visita: Destaca su presbiterio decorado en oro, los claustros y el refectorio recubiertos con azulejos de Coimbra. Su farmacia monacal auxiliaba a las monjas y a la población de la ciudad. Siempre estaba provista de alambiques, matraces y albarelos, junto con libros de fórmulas y plantas medicinales, llegando a estar más solicitada que las seglares ante la alta demanda de remedios y medicamentos.
Sin embargo, Aveiro modernizó su imagen a principios del siglo XX, cuando se asentó una burguesía colonial que venía de Brasil que se dedicó al comercio, y también fruto de la industria, que dejó un importante conjunto de estilo Modernista en viviendas y comercios.
El desarrollo económico de principios de siglo, trajo el tren a la ciudad de Aveiro. Y así, el centro histórico se conectó a la recién creada estación mediante la gran avenida Lourenço Peixinho, alejada de la zona de los canales. Se levantaron calles de forma planificada y ordenada y se construyeron bonitas residencias. En este nuevo terreno urbano (ensanche) verás a ambos lados -en mejor o peor estado de conservación- antiguas viviendas unifamiliares.
Icono del Arte Nova es el Hotel As Americas (Rua Eng. Von Haffe, 20). Proyectado por José de Pinho, se construyó entre 1908-10. Su interior remodelado sirvió de bar-comedor del hotel en 1997 y declarado Monumento de Interés Municipal
Su estructuras ornamentada con paredes profusamente decoradas con guirnaldas y motivos florales, un uso artístico de elementos industriales como son el hierro y vidrio, un dintel cubierto de azulejos que recorre todo su perímetro, hace que te quedes maravillada ante semejante alarde de creatividad.
Aveiro ha sido distinguida como Ciudad Museo del Modernismo en Portugal, lo que induce a conocerla a pie, sin prisas. Hay muchas referencias por la ciudad, que aconsejan recorrerla tranquilamente
Al final del paseo te aguarda una bonita sorpresa con la atractiva Estación de Tren, de estilo “Casa Portuguesa”, corriente que defiende la utilización de elementos de la arquitectura portuguesa de los s. XVII y XVIII, pero encuadrados siguiendo las técnicas modernas. Su fachada está cubierta de antiguos mosaicos de azulejos en policromía azul y blanco.
Sus motivos regionales tan clásicos en la arquitectura portuguesa, recuerdan en ese mismo estilo a las estaciones de São Bento en Oporto y la de Pinhão en el valle del Duero. Los paneles fueron creados por Licinio Pinto y Francisco Pereira y producidos en la fábrica aveirense Fonte Nova en 1916.
Hay bastantes lugares por descubrir alrededor de Aveiro, de la cual me declaro absoluta fan incondicional. De entrada Costa Nova con sus palheiros, imagen de marca de la Ría por el colorido y alegría que dan a sus playas, la espectacular reserva natural de las dunas de San Jacinto y por supuesto Ilhavo a 8 Km.
Aquí podrás conocer de cerca el precioso trabajo artesanal en loza cerámica de Oficina da Formiga (Jorge & Milu, +351 234 195 592) no te arrepentirás, el Museo Marino donde se relata la historia marinera de la región a través de objetos marinos, utensilios y equipos de pesca, montarse en el Navío-Museo Santo André que hasta 1948 formaba parte de la flota portuguesa de bacalhoeiros, y sus gafanhas (fértiles tierras) que llegan hasta el mar.
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